domingo, 14 de octubre de 2018

REFLEXIÓN



Esto lo publiqué en Facebook hace un año más o menos, pero lo pongo aquí y así lo tengo más a mano.






Desde que tengo 18 años he acudido a votar en todas las ocasiones en que he sido requerido para ello, es mi derecho y mi deber.
No me importa decir, al fin y al cabo los que me conocen lo saben, que siempre he votado al PSUC, o cuando se olvidaron del obrero y se convirtieron en eco-pijos votaba en blanco o nulo.
Me considero demócrata, ni mejor ni peor que los demás, y como digo, he ejercido mi derecho y cumplido mi obligación cuando ha habido que hacerlo, con todas las de la ley.
Como votante de esa fuerza política, y en virtud de una ley electoral que fue aprobada por las mayorías correspondientes, me tengo que joder y ver como el partido al que yo voto, sacando dos millones de votos en todo el territorio nacional, sólo obtiene 3 diputados, mientras otros, con cuatrocientos mil, sacan una docena y se permiten el lujo de exigir contrapartidas al partido ganador para darles su apoyo. Pero es la democracia y me tengo que joder.
Como barcelonés, tengo que joderme y ver que en virtud de la misma ley electoral que los diputados del Parlament de Catalunya no han tenido huevos en ponerse de acuerdo y cambiar, mi voto vale menos que el de un colega de cualquiera de las otras tres provincias, pero así es la democracia, a joderse.
Obviamente, el partido al que yo voto nunca ha ganado unas elecciones, aunque ha estado en el Gobierno (tripartit), y no por ello voy llorando por las esquinas y digo que hay que volver a votar, porque votar es democrático. No, me jodo, y cuando me vuelve a tocar votar, sigo apoyando con mi voto la opción que yo creo conveniente para Barcelona, Catalunya, o España, y entre votación y votación, de manera razonada y sin entrar en discusiones bizantinas, discuto con amigos y conocidos el asunto, puede que yo les convenza a ellos, o ellos a mí, pero insisto, cuando toca.
¿Que a qué viene esto?
Pues a que ya estoy harto, que llevo desde 2012 oyendo que votar es democrático, que nos dejen votar a los catalanes si queremos independizarnos.
Pues no amiguetes, eso en mi opinión no es democrático. Lo democrático y la tarea de los políticos, es reformar una constitución que de momento no permite tal votación, tejer alianzas en el parlamento, que para eso está, no decir las tonterías de rigor para que aplauda la grada propia, y luego usar twitter para que te aplauda la afición.
Pero no, parece ser que ahora lo “democrático” es hacer lo que le pasa a uno por el forro de los cojones porque esa ley yo digo que ya no me representa, o hacer exactamente lo mismo, porque te eriges en garante de la unidad cuando estáis de mierda hasta el cuello.
Puigdemont, dimita. Rajoy, dimita.
Los sucesores de ambos: manden a sus “think tank” (FAES, ANC, Omnium) a paseo y siéntense a discutir como arreglan el roto que han hecho, que para eso les pagamos, para que hagan política, exaltados y fanáticos ya tengo bastantes cada vez que veo el fútbol.
Gánense el jornal que les pagamos, que no es pequeño, y si les viene grande, seguro que hay gente preparada dispuesta a asumir el reto, gente dispuesta a tender puentes en lugar de dinamitarlos.
Ah, y cómo ya sé que lo mismo me cae alguna colleja, pues nada, aquí estamos.
No me considero un facha por no ser independentista, me interesa más hacer una Europa grande y unida que una Europa hecha pedacitos, porque esto es como el comer, cuanto más pequeño es el bocado, más rápido se come, y los depredadores están al acecho, bueno, el amigo Putin ya está recuperando con dinero lo que Stalin obtuvo con tanques, y los yanquis a lo suyo, metiendo empresas por todos lados, sin olvidar que los chinos van como las gallinas, picoteando por todos lados.
Tampoco me considero mal catalán como algunos me han dicho, (como diría mi admirado Rubianes, me la suda por delante y por detrás) simplemente considero que lo mejor para Catalunya es otra cosa.
Lo que me jode es que la gente en lugar de opinar te suelta sentencias como si fueran dogma de fe, y no, son opiniones, y ésta es la mía.
Salud

HERÁCLITO


Heráclito


Era un paisaje de ensueño.

Un río de aguas azules y calmas que de tan transparentes permitían ver a los peces y los cangrejos jugando en el fondo. Se veía el tronco varado de lo que un día fue un poderoso quejigo que bajó con la riada, y el que antes se alzaba orgulloso en la orilla, ahora no era nada más que refugio para los alevines.

Los animales acudían a beber a la pequeña playa sin miedo a los depredadores e incluso aprovechaban para sestear en el pequeño prado a la sombra del sauce.

Aquel sauce había visto y oído mucho a lo largo de su milenaria existencia.

Recordaba al anciano barbudo que a su sombra pasaba las tardes mirando al río, murmurando frases que para el sauce no tenían sentido y que cuando el viejo marchaba le dejaban meditando sobre lo que había oído.

Una se le quedó especialmente grabada. Tan grabada en su interior como las letras que los enamorados fueron cincelando a lo largo de los años en su corteza: “No te bañarás dos veces en el mismo río”.

¿Qué sentido tenía aquello?

Él siempre veía el río igual. De acuerdo que a lo largo de los años las márgenes cambiaban, pero era algo natural, las riadas o el simple paso del agua iban poco a poco modelando su curso, alterando con paciencia y constancia las orillas.

Cambiaban las plantas, los animales nacían y morían, pero el sauce veía siempre el río igual, fluyendo sin descanso hasta – según oyó a la gente que acudía a su sombra- llevar el agua al mar.

¿Qué habría querido decir aquel anciano con que no se bañaría dos veces en el mismo río?

Las raíces del sauce se alimentaban de ese río, es más, algunas habían quedado al descubierto al llevarse la tierra que las sustentaba, pero para el árbol siempre era el mismo río.

Pasaban los años y el viejo sauce seguía pensando en la frase del anciano.

Otras gentes habían buscado el refugio de su sombra, parejas de enamorados al atardecer, familias que disfrutaban del verano en el fresco cauce de ese río que al parecer nunca era el mismo, y otros ancianos que miraban el fluir del agua comparándolo con el discurrir de sus vidas.

Fue uno de esos ancianos, acompañado de un joven aprendiz el que le desveló el nombre del barbudo: Heráclito.

-          Mira, es probable que bajo este milenario sauce el propio Heráclito contemplara este mismo río. Y por qué no, puede ser que debajo de este árbol que ahora nos acoge con su sombra pronunciara las palabras “No te bañarás dos veces en el mismo río”.

-          ¿Es cierto eso maestro? ¿Quiere eso decir que aunque me bañe dos días seguidos en este mismo lugar y a la misma hora el río es otro?

-          Sí. Y aunque salgas y vuelvas a entrar  el río ya será otro, del mismo modo que tú también serás otro.

-          Pues no lo entiendo maestro.

-          Todo fluye, y así como el agua en la que entras y sales ya no es la misma, tu cuerpo experimenta cambios a cada instante, por lo que aunque sigas siendo tú en esencia, en sustancia eres otro, igual que el río.



Maestro y discípulo se alejaron  y el viejo sauce obtuvo su respuesta.




sábado, 6 de octubre de 2018

MIRADA DESVIADA

MIRADA DESVIADA



No se le ocurrió pensar cómo había conseguido elevarse hasta alcanzar esa perspectiva.

Debajo veía un territorio de un color rosado con una leve mezcla de naranja. Por lo que se preguntó a qué punto del planeta le habían llevado.

 No recordaba haber visto ningún documental, a los que era tan aficionado, que describiera algo semejante:

Un terreno desértico formado por un laberinto de dunas, que a su vez formaban una serie de líneas curvas que se aproximaban entre sí a medida que se acercaban al centro. Curiosamente todas las  dunas eran de la misma altura, como si por toda aquella tierra soplara el mismo viento, y con igual densidad, y como si todas estuvieran formadas exactamente por los mismos materiales.

Pero no podía ser sólo un viento  ya que las dunas avanzaban en diferentes direcciones formando la figura de un laberinto. Un laberinto rosado y no amarillento como había visto en imágenes de los desiertos de la Tierra.

Se preguntaba estas cosas  y además cayó en la cuenta de que las dunas eran muy verticales, casi perpendiculares al suelo, lo que también resultaba algo nunca visto. Además de físicamente improbable  en el caso de una duna, para las que la verticalidad era algo imposible.

De repente, sintió como una suave brisa en su oído. Casi como si le susurraran.

Con un tono de reproche infinito oyó una voz que decía.

¡Tonto, la Luna está preciosa, deja de mirar el dedo!.