Al retomar la actividad del blog tras casi un año de tenerlo
ocupando un espacio en la red para nada, he recibido todo tipo de comentarios,
algunos a favor, otros en contra. Personas que les gustaba lo que escribía, y
personas que les gustaba el cómo.
Obviamente, el ego se hincha como un globo, e intentas
seguir escribiendo y buscando cosas sobre las que escribir u opinar; en parte
para entretenerte, pero con el secreto y a veces inconsciente anhelo de que te
vuelvan a lanzar elogios, hasta que la memoria viene a ponerte los pies en el
suelo.
Voy a copiar un fragmento de la biografía de Mark Twain en
que hace referencia a los aficionados literarios o periodísticos con aspiraciones:
El aficionado
literario, con su pluma sin instrucción, pone todas sus tosquedades juntas y se
las ofrece a las revistas, una tras otra; es decir, las propone para páginas
restringidas a escritores que han ganado su rango y su destino tras años, e
incluso décadas de preparación dura y honesta en los puestos más bajos del
oficio literario […]. Estoy seguro que esta afrenta no se produce en ningún
oficio más que en el nuestro. Una persona no preparada para hacer zapatos no
ofrece sus servicios como zapatero al encargado del taller; ni siquiera el más
crudo de los aspirantes literarios sería tan poco inteligente como para hacer
eso. Vería el humor que hay ahí; vería la impertinencia de su acción;
reconocería como el más lógico de los hechos que es necesario un período de
aprendizaje para cualificar a una persona como albañil, constructor, impresor,
veterinario, carnicero, panadero, conductor de coches, comadrona y todas y cada
una de las ocupaciones en las que el ser humano consigue su pan y su fama. Pero
cuando de literatura se trata, su sabiduría se desvanece de repente y piensa
que se encuentra ante la presencia de una profesión que no requiere aprendizaje
alguno, ni experiencia, ni entrenamiento, únicamente, un talento seguro de sí
mismo y el valor de un león.
Personalmente no persigo reconocimiento alguno, más allá de
que a mis amigos les pueda gustar o no lo que leen.
Lejos queda de mi imaginación el publicar algo, incluso el
intentar algún día escribir algo que fuera susceptible de pasar al papel o a
una biblioteca electrónica.
Me conformo con compartir de la mejor manera que sé o de la
que soy capaz ese día de reflejar cualquier cosa que se me haya pasado por la
cabeza, sin intentar convencer a nadie, simplemente opinar o transmitir una
sensación.
Reconozco que me falta la capacidad de trabajo necesaria
para escribir, repasar, retocar, volver a repasar y volver a retocar, y sobre
todo, ser capaz después de horas para escribir cuatro líneas, reconocer que no
valen para nada y borrarlas.
Es por ello que esta entrada de hoy lleva por título “JUNTALETRAS”,
que como mucho es a lo que aspiro a llegar.
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