miércoles, 10 de abril de 2013

CARTAS


No recuerdo la última vez que recibí una carta manuscrita.
El correo electrónico y el acceso a la telefonía, fija y móvil han casi acabado con el género epistolar, y probablemente, una vez hemos dejado de estudiar, con la caligrafía.
Ya yo también me he dado cuenta de la paradoja de hablar de caligrafía mientras escribo con el ordenador.
Recuerdo las cartas que me dictaban mis padres para mis abuelos, y las que recibíamos de ellos, redactadas según un manual que nos enseñaban en el colegio y que seguro alguien tiene en casa: “Queridos hijos y nietos, espero que al recibo de la presente os encontréis bien de salud, nosotros bien ADG…”
O el esperar carta de tu novia de verano, las sonrisas por casa si alguien abría el buzón antes que tú, y encerrarte en tu cuarto a leerla. Ir al estanco a comprar sellos para contestar, buscar un rato a solas para escribirle…
Por si se os ha olvidado, hubo un tiempo n que las llamadas telefónicas no tenían tarifa plana y tanto las llamadas a otros municipios de tu provincia, como las interprovinciales eran consideradas “conferencia” con el consiguiente engorde de la factura telefónica y posterior bronca en casa.
Además, la no inmediatez de la respuesta y la intimidad del acto de escribir te permitía volcarte más en la escritura y pensar claramente lo que querías contar.
Y por supuesto, si no nos apetecía contestar, siempre nos quedaba el recurso de mentir y echarle la culpa a Correos por haber perdido nuestra carta.
Sin otro menester, se despide de vosotros éste que lo es…
PD: No recuerdo cuándo, pero sí quién. Raquel, un mokis gordo.

6 comentarios:

  1. A ver Vicente, si vas a escribir un post diario casi que me doy de baja, ¿eh? porque claro, mi memoria no es flaca, encima soy abstemio, ...chico, no gano para una genialidad diaria, y para poner cualquier sosez, pues casi prefiero no comentar. Lo digo por si crees que merece la pena reconsiderar lo del post diario.
    En otro orden de cosas, o sea, yendo al fondo del asunto, te diré que utilizo el correo electrónico, evidentemente, pero para algunos asuntos continúo con el correo tradicional. Mimo mis cartas escritas en papel galgo verjurado color crema, con mi flamante estilográfica montblanc que lavo una vez por semana y relleno con tinta de la misma marca, y voy al estanco a comprar el correspondiente sello, que en Correos te ponen el de tinta que no tiene el mismo encanto. Y jamás se me perdió una carta, creo que tenemos el mejor servicio de Correos del mundo, hasta hoy, que mañana ya veremos.

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  2. Mi primera carta la escribí con 10 años, heredé de mi madre la comunicación epistolar con mi familia de Barcelona, aún conservo las misivas recibidas en una caja que antes contenia bombones y ahora custodia recuerdos. La última que escribí no llevaba sellos y la entrega fué en mano. Entre medias, cartas de amor de ida y vuelta, notas entre los libros,(ahora suelo dejar notas por toda la casa y no falta en mi bolso un bolígrafo y una agenda), anotaciones donde dejar sentimientos buenos y malos que no se desean compartir mas que con el papel, así, una vez terminado el desahogo, se puede romper el escrito y el buen o mal momento queda en el olvido y sin testigos. No es lo mismo, pero que gusto dá cuando abres el correo (electrónico) y te encuentras un escrito para ti, solo para ti, y volviendo a tu post sobre la felicidad, ese ratito en que lo abres y lo lees, que bien sienta.

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  3. Campoamor::
    Me has traido a la mamoria lo importante que siempre fue el género epistolar y no ya por tener que editarse libros de modelos de cartas, cartas de amor, de amistad…..de negocios, que los manuales eran muy completos, aunque poco entrañables. El entrañable era el cartero especialmente cuando uno esta a la espera de carta de la novia o se acercaba la Navidad. Digo yo que sería por “los intereses creados”, vamos en román paladino por el aguinaldo.
    El escribir una carta requería su cierta ceremonia. Requería pensar, ordenar ideas, cuántas cartas rotas a la mitad y vuelta a empezar por una idea mal expresada o una frase equívoca. Requería esmerarse en la letra, en la hoy tan denostada caligrafía y ni cuento la atención a la ortografía. La carta decía quién eras….. y había que quedar bien.
    Fue un género literario muy cultivado en el S.XVIII, se hacían hasta tratados políticos y morales como las Cartas marruecas de Cadalso, ¡ qué nombrecito tenía el nigromante!!, hasta confesiones íntimas del posromático Becquer con Cartas desde mi celda...que nadie llegaba a leer porque nos quedábamos en lo de volverán las oscuras golondrinas. Todo un génro epistolar tan sólo emborronado por un tal Aznar que quiso resucitarlo y fracasó, los dioses sean loados.
    Y junto a lo epistolar, lo filatélico, coleccionismo que mueve millones y todo gracias a la picaresca inglesa. Al principio las cartas iban sin franqueo, el que las escribía no pagaba nada. El cartero se la entregaba al destinatario y si éste la aceptaba, pagaba. Pero he aquí que apareció la picaresca y haciendo ciertas señales convenidas en el sobre el receptor sabía lo que la misiva decía. Total que la rechazaba y no pagaba. Así se gesto el nacimiento de los sellos y del coleccionismo filatélico.
    Perdonad el tono profesoral, pero me pareció que molestaba mi ironía y no quise incomodar a nadie ni con mi sarcasmo ni con mi flaqueza ni con mi copa de vino dulce malagueño que ya me lo dijo mi padre: Hijo desconfía de los abstemios y más si tiene pluma.

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    1. Querido cabritísimo mayor del reino, no molesta tu ironía, que más bien al contrario, siempre fue para mí deliciosa, molesta no poder llegar a tu altura, o sea, tranqui, es pura envidia. Y te recuerdo que soy teetotal desde que me reprochaste mi tufo a cazalla, que me decías que te daban arcadas, y también te recuerdo que mis primeras plumas salieron de tu armario. Un abrazo, y por favor, sigue en tu línea.

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    2. Xabi, como decimos los que practicamos el francés: je suis a vous. Te confieso que me has dejado touché al rebajarme la graduación. Yo de mayor siempre he querido ser como Bárcenas...y participar en los akelarres como los que Goya, sordo divino, pintó. Lo del armario te rogaría que lo mantuvieses en secreto ¡¡joe¡¡ que como se entere Xuacu la lía cunado regrese del moro.

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  4. Bueno bueno...
    ¿Por dónde empiezo? Con este precioso post me acabas de regalar unos recuerdos que hacía mucho que no me visitaban. ¡Muchísimas gracias por ellos!
    Y para terminar (vamos, ¡ni que este comentario fuese infinito!): que recuerdes que la última carta que recibiste fuese precisamente una mia... por un lado es un honor (aunque realmente no debería serlo) y por otro dice mucho... ¡¡¡¡de la gran memoria que tienes!!!!
    Casualidad, el otro día, hablando con uno de mis cuñados, descubrí que hay una razón muy novedosa por la que se siguen enviando cartas: los intercambios de cromos. La gente parece ser que através de internet (no me digáis que páginas, a tanto no llegué a preguntarle) da a conocer los cromos de ciertas colecciones que tiene repes y que cambiaría y los que le faltan, se contacta con quien interese y, através de una carta, se hace el intercambio. De alguna se mantiene vivo el encanto de un sobre, con una dirección escrita a mano, con su correspondiente sello (seguro que torcido, porque esos sellos están diseñados para no poder ponerlos rectos nunca) y con una ilusión tremenda por abrirla y descubrir lo que hay dentro.
    Vicente... muuuuuuuuuuuuuuuuuuuuakis, mokis mokis

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