El otro día la jornada empezó bien, pero se me avinagró.
Encoché rápido, menos de cinco minutos después de salir de
casa.
Además clientas conocidas, así que ya me sabía el recorrido,
o eso creía yo.
Eran un madre y su hija, la madre ciega y vendedora del
cupón de la ONCE, y no iban a su casa, cosa por otro lado bastante rara dado la
hora, pero también se me hacía raro el que abandonaran el kiosko.
Me dijeron de ir a la comisaría de los mossos d’escuadra,
porque les habían robado.
Hay que ser muy hijo de puta para robarle a un ciego, pero
además hay que ser un hijo de puta muy tonto para robar 90 cupones, porque los
vendedores tienen el listado de los cupones que les dan para vender, número y
serie, y por supuesto las entidades bancarias encargadas de un hipotético cobro
del cupón son informadas.
La mujer estaba preocupada, más que nada por el papeleo que
la esperaba, primero poner la denuncia, luego dar parte al seguro, y luego a la
ONCE, y no conseguía explicarse cómo el cabronazo había conseguido meter la
mano por la ventanilla y coger los cupones.
Ante tal panorama, pues intentas quitarle hierro al asunto: que
si el seguro pagará, que si hay que ser muy mal nacido, y algún comentario para
intentar animar a la pobre mujer.
Lo que me indigna o me jode, es que seguramente el chorizo
venderá los cupones, se sacará 135 €, y si no toca, aquí no ha pasado nada,
porque se le pierde la pista al cupón.
Personalmente se me ocurren varias cosas par hacer con el
caco en el hipotético caso de que lo pillen.
Por ejemplo, tenerlo una semana metido en el cubículo de un
vendedor vendiendo cupones, y luego un par de meses yendo a la ONCE a trabajar
para que vea las cosas que se hacen con el dinero del cupón.
Aunque si es lo bastante desalmado o hijo de puta para
robarle a una ciega, me parece que estas cosas le iban a conmover poco, así que
me saltaría la legalidad y le aplicaría el método de mi difunto abuelo para
estos casos:
“DOS HOSTIAS BIEN DÁS”. Como poco.
Hasta cuatro dan ganas de darle. A veces pasan cosas que no son entendibles ni asimilables y que chocan por la insensibilidad de algunos individuos.
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